miércoles, 5 de marzo de 2008

Sobre la crítica y los críticos

Antón Ego, "Ratatouille", Disney-Pixar


Pertenezco a un grupo literario. Un grupo de amigos lectores y escritores interesados en conocer y analizar obras propias y ajenas. Las pocas veces que hemos tenido la posibilidad de interactuar con otros colectivos locales, hemos cosechado -como consecuencia de nuestros comentarios- miradas que expresaban algo muy parecido al “susto”. Y enseguida nos dijeron que somos muy críticos.

Tienen razón: nuestra educación en el Salón de Lectura ha sido prácticamente “manu militari”. Al comienzo fue doloroso para todos, pero pronto nos fuimos acostumbrando. Algunos, al menos; muchos han pasado por este grupo, pero pocos permanecimos. Hoy estoy convencida de que si no hubiera sido por esta instrucción a base de los golpes de la sinceridad, poco o nada habría avanzado en mi camino de letras. No piensen tampoco que sólo había llamadas de atención para nosotros: cuando nos hicimos acreedores de ellos, los elogios también llegaron, e incluso con un sabor más dulce, pues no había duda de que, así como las críticas, también ellos eran sinceros y -sobre todo- merecidos.

Pero determinados incidentes -observados o protagonizados- nos enfrentan a la pregunta de hasta dónde es útil y acertada la crítica. Y en qué momento se convierte en argelería o vanidad. El tema no pasa por el carácter constructivo o destructivo de la crítica. Damos por descontado que la primera, ésa que ayuda al otro a ser cada vez mejor, es la única valiosa. La otra es una mera agresión, indigna de espíritus elevados. Mi pregunta hoy tiene que ver con los límites de la crítica.

Hay dos textos sobre el tema que me gustaría compartir. El primero fue extraído de la película de Disney-Pixar “Ratatouille”, en la cual nos llega a través del personaje de Antón Ego, el implacable crítico de los restaurantes de París. El segundo, pertenece a una obra muy relevante de la literatura latinoamericana: “El túnel”, de Ernesto Sábato.


“La vida de un crítico es sencilla en muchos aspectos: arriesgamos poco y tenemos poder sobre aquellos que ofrecen su trabajo y su servicio a nuestro juicio. Prosperamos con las críticas negativas, divertidas de escribir y de leer. Pero la triste verdad que debemos afrontar es que, en el gran orden de las cosas, cualquier basura tiene más significado que lo que deja ver nuestra crítica. Pero en ocasiones el crítico sí se arriesga, cada vez que descubre y defiende algo nuevo. El mundo suele ser cruel con el nuevo talento. Las nuevas creaciones, lo nuevo, necesita amigos.”


“Pero tengo otra razón: LOS CRÍTICOS. Es una plaga que nunca pude entender. Si yo fuera un gran cirujano y un señor que jamás ha manejado un bisturí, ni es médico ni ha entablillado la pata de un gato, viniera a explicarme los errores de mi operación, ¿qué se pensaría?”


Siendo alguien que trabaja en el mundo de las creaciones artísticas, muchas veces he solicitado una “crítica sincera”, rogando en mi interior que mi obra sea del agrado de mi lector. Es que, como todo acto artístico, la literatura es un intento de comunicación. Y en el tan sencillo pero gratificante “me gusta”, está contenida una confirmación de que dicha comunicación existió. A ese lector que “le gustó” o “se sintió identificado”, el autor logró decirle algo, compartir con él una visión suya del universo y la vida.

Creo que en la crítica, como en todo ámbito de la vida, lo más sano es encontrar un punto medio. Criticar por criticar carece de sentido. Igualmente buscar errores insignificantes donde no los hay o donde ya no tiene sentido introducir cambios, sólo para hacer notar nuestra supuesta pericia en el tema. Igual o peor efecto tiene la adulación sin fundamentos o por mera amistad, cierto. Pero es una falencia muy triste y desmoralizante la tendencia a señalar solamente los errores y lo bueno darlo por hecho, como si el otro tuviera la obligación de hacer siempre bien las cosas. Quizás sea algo cultural, pues existe en todos los ámbitos: académico, laboral, artístico, familiar. Pero eso no implica la imposibilidad de cambiarlo. Es complicado romper con estructuras muy arraigadas, pero con esfuerzo todo se puede.

Por último, hablar de crítica implica trabajo, responsabilidad y compromiso. Para mí, quien tiene autoridad para dar una crítica válida es aquél que se esfuerza, se arriesga y expone al mismo nivel que aquéllos a quienes juzga. Es muy cómodo tener conocimientos teóricos y apoyarse en ellos para emitir juicios sin involucrar el alma propia.

Las verdaderas dificultades no se conocen hasta que uno se mete al campo de batalla. Y desde mi punto de vista, sólo debe remarcarlas quien está calificado para superarlas, o quien -por lo menos- hace el intento de superarlas.

1 comentario:

Meryl dijo...

jajaj, y si! es la forma de estar del otro lado! pero mi opinión es que no puede ser un buen crítico quien no se dedica a aquello que critica, es decir, quien critica sin experiencia.

La crítica es algo muy curisoo, porque tiene la capacidad de ser tan constructiva como destructiva... asi que hay que manejarla con pinzas.

que tengas un buen dia! ;o)